Florencio Garrido un histórico del Movimiento Democrático de la Guardia Civil. "Cambios Ya y menos cuentos en el Consejo Profesional de la Guardia Civil".Las medallas para los que ni protegen ni están en las calles, para unos irresponsables que ven justificadas sus acciones terminen donde terminen. Los responsables políticos deben ponerse de acuerdo y reformar la Institución, adaptar todo especialmente el trato a sus recursos humanos. La indecencia se muestra cada día, y otra muestra más es el incumplimiento de la ley que obliga a la rehabilitación de los guardias civiles democráticos. "Basta Ya".
Florencio Garrido - Tricornios en Democracia
12 May 2025 - 12:15 CET
“Cuando los perros ladran es señal que cabalgamos Sancho amigo”. Hacen falta menos perros que ladren y más hombres que trabajen por los suyos y menos sillas en el consejo de la Guardia Civil. Reforma y cambios ya.
Bochorno. Desmotivación. Indignación. Esas son las palabras que más se escuchan en los cuarteles de la Guardia Civil tras la publicación del último Boletín Oficial del Cuerpo. El motivo: el reparto de condecoraciones tras la actuación durante la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), en el que los altos mandos han vuelto a llevarse la mejor parte… sin apenas ensuciarse los zapatos.
Mientras centenares de guardias civiles de la escala básica lo dieron todo —literalmente— acudiendo incluso en su tiempo libre y sin cobertura oficial, el reconocimiento ha recaído principalmente sobre aquellos que, desde sus despachos, poco o nada tuvieron que ver con la emergencia real. La gestión de la crisis, ya de por sí cuestionable, se ve ahora rematada con un reparto de medallas que algunos en el Cuerpo califican como “insulto institucional”.
Según recoge el Boletín extraordinario, de las concesiones de la Cruz de Plata, la mitad han ido a parar a mandos —oficiales y suboficiales—, muchos de los cuales no pisaron ni una sola zona inundada. Pero el escándalo crece al analizar los datos de la Cruz al Mérito con distintivo blanco: 71 oficiales frente a 109 cabos y guardias. Una proporción que desafía cualquier lógica operativa, teniendo en cuenta que en la estructura de la Guardia Civil suele haber un oficial por cada 40 o 50 efectivos de escala básica.
Los guardias se preguntan, con razón, cómo es posible que en una intervención como esta, donde la primera línea fue ocupada por los más jóvenes y peor pagados del cuerpo, el ratio de condecoraciones parezca invertido. ¿Estuvieron esos oficiales «codo con codo» con quienes sacaban a personas mayores en brazos, rescataban animales, achicaban agua o dirigían el tráfico en medio del caos? ¿Cuántos días tardaron en llegar refuerzos efectivos a las zonas más afectadas? ¿Cuántos de los mandos premiados abandonaron siquiera su base?
La realidad es tozuda, y los datos delatan un patrón ya conocido: cuando llega el momento de repartir méritos, los galones pesan más que las botas embarradas. La DANA fue otro ejemplo de compromiso y entrega de la base del Instituto Armado. Pero también lo fue de la desconexión entre la cúpula y quienes realmente mantienen viva la misión de proteger y servir.
Es legítimo reconocer a quienes lideran con eficacia. Pero cuando las medallas se otorgan en clave de despacho, ignorando la labor real en el terreno, se erosiona el principio de mérito y capacidad. Y lo que es peor: se rompe la moral de quienes, pese a todo, siguen saliendo a la calle sin esperar más que el orgullo del deber cumplido.
Hasta que el reconocimiento no llegue al barro, la Guardia Civil seguirá perdiendo lo más valioso que tiene: la motivación de sus hombres y mujeres.